Una aurora alambrada

La fragua.
La fragua es dura.
Nos calientan al rojo vivo
y nos golpean sin misericordia.

Bajo el martillo apretamos los dientes.
Sentimos que la carne se desprende de los huesos,
nos estiran los nervios,
nos arrancan las vísceras de sus cavidades.
Pensamos haber llegado al límite del dolor
o del goce, de la soledad o de la borrachera.

Y al otro día de nuevo nos estremecen el vacío,
la miseria y la grandeza humanas.
Somos un poco más libres
porque ya no nos angustia la pureza.
No nos atemorizan tanto el sufrimiento
ni el deseo.
Una piedra se estrella contra el muro en la noche.
Estando enamorados de imposibles
aseguramos el pan de los días inéditos.

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